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La propuesta de Jesús a la horda para que quien tirara la primera piedra a la adúltera hiciera antes examen de conciencia no sería hoy tenida en cuenta por un populacho que lapida al rey Borbón sin entonar antes el mea culpa a capela. Y que lo hace azuzado por el presidente Sánchez, ese covid-19 de la política española que tira la piedra y esconde la mano para que los tontos crean que es monárquico y los inteligentes no salgan de su asombro.

Quienes nos salimos de nuestro asombro debemos advertir a la plebe de que don Juan Carlos no solamente es una pieza menor en la cacería, sino que el trofeo tampoco es su hijo, el rey pasmado. La cuerna de siete puntas no es la monarquía. Ni siquiera es la transición. Lo que quiere destruir Sánchez no es el abrazo de Genovés, esto es, la concordia, sino la libertad, porque los hombres libres están siempre en combate y para la izquierda la guerra es facha.

Pero, ¿qué otra cosa es la izquierda sino guerra? A una ideología sustentada en el resentimiento no le queda otra que recurrir a la bronca para seguir en activo. La izquierda cree aportar lirismo a la política, pero cuando está en el poder es realismo sucio, cartilla de paro, comedor social. Y cuando no lo está es escrache, neumáticos quemados, contenedores rotos. Lo que explica que la mayor contribución de la izquierda al urbanismo sea la barricada.

Foto: ABEL ALONSO

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