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Escucho de Nirvana El hombre que vendió al mundo. El vídeo tiene 236 millones de reproducciones. No me extraña: Cobain es Nietzsche en guapo, una tormenta de pelo rubio. ¿A quién no le gusta mojarse con tormentas de pelo rubio? Cobain es guapo y desgraciado. Tiene cara de vigilante de la playa, corazón de pantano y mirada hacia adentro. Lleva puesto un jersey ancho que combina bien con su voz triste, su voz de despedida, de voy a colgar. 

Hoy no tengo el ánimo para Peret. Otros días soy Rumba 3, pero hoy, lo que se dice hoy, prefiero Nirvana. Cosas de la muerte, que, taimada, rencorosa y repetitiva, me tiende trampas. La muerte y yo andamos siempre a golpes. Combate nulo, por ahora. Soy un coronavirus para el coronavirus y eso la pone negra. Me ha intentado matar tantas veces que se sabe el camino de memoria, pero a mí solo se entra por las buenas y ella no hace nada por las buenas.

Lo de Nirvana lleva su huella. Me pone como señuelo a la melancolía, esparce Heno de Pravia por mi memoria de niño que huele a limpio y me propone descansar para siempre para evitar así el agobio de fin de mes, derivado de los datos cruzados de la cuota de la Seguridad Social y el préstamo del banco, y el agobio de fin de ciclo, derivado de la manía de amar. La muerte se ha equivocado conmigo: aunque quisiera morir, ya es demasiado tarde para hacerlo.

Foto: Grupo Nirvana, y en primer plano Kurt Cobain, el que fuera icono y voz de la banda.

 

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