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Cuesta trabajo pensar que un día no muy lejano desaparecerán del mapa de nuestras vidas dos elementos fundamentales: la prensa y los libros. Muchos nos sentiremos náufragos o como nadando en un mar confuso, grande y vacío, que nos vapulea a capricho y sin tino.

Aunque la naturaleza es grande y el entendimiento del hombre va por delante siempre. No quedaremos desarropados. Los móviles ya nos están enseñando el camino. Los ordenadores, las tables, y todos los artilugios que nos acompañan, están o han hecho el hábitat adecuado para que no resulte un escollo o drama familiar por estos nuevos implantes. Cierto es que no me gusta leer la prensa nada más que en su formato natural, o sea en papel y, que sería desastroso para nuestra vista el leer por ejemplo, obras tan voluminosas como Los Miserables o La Guerra y la Paz, en una pantalla centelleante. Pero como nos lleva de la mano la informática, nos dejamos guiar y engatusar, porque nos gusta su mundo, y no queda otra alternativa que acatar sus normas.

La vida sigue, el progreso es un gigante con las piernas muy largas que nos atemoriza, todo lo desconocido nos aploma un poco. Así, en esta tesitura optamos por el silencio y las dejamos venir.

El libro tiende a ser un artículo de coleccionista. Lo entiendo, no se puede seguir talando miles de árboles de forma tan indiscriminada. La madre naturaleza merece nuestro control y respeto. Aunque llegar a perderlos… sería un auténtico duelo. Amo a los libros. La curiosidad, el misterio, sus intrigas, las enseñanzas que despliegan y esa compañía que nos dedican y tanto necesitamos. El pensamiento de su autor y su voz nos instruye y entretiene, como si nos narrara al oído su historia. A través de sus páginas, en la tranquilidad de nuestro hogar con esos seres memorables que tanto admiramos y que ya no están, es todo un gustazo vivirlo. Hasta su olor, su textura y un sin fin de etcéteras me atrae de ellos.

Pero duele, duele pensar que también día tras día estamos más despegados de la tierra. Somos como más artificiales, Todo sigue un ritmo tan revolucionado que nos cuesta a veces entender. Puede que en un futuro volvamos hasta al mismo espacio, como seres alienígenas , que según algunas teorías muy avanzadas, de allí procedemos. Bueno, un cierto repelús me altera el ánimo con solo pensarlo, pero más adelante hay más… quién sabe hasta dónde el mundo se esparce.

Me gusta escribir siempre en primera persona, así me siento responsable de mis palabras y dueña de mis silencios. El periodismo no puede acabar, el progreso nos llevará por campos diferentes, pero la palabra no muere, necesitamos de ella. El continuo fluir del pensamiento nos atrapa, sus distintos tonos y matices nos enriquecen, nos unen entre sí a los seres humanos. La forma con que enfocamos la vida nos reafirma más en lo que somos, aunque precisamos voces y saberes de otros para crecer, para pulirnos, para aprender. Quizás también para valorar y tomar nuestra propia altura.

El mundo literario es un sin vivir, es un bichito que llevamos dentro quienes por cualquier razón quedamos infectados por él y ya forma parte de nuestra vida para siempre. García Márquez comentaba: “Qué misterio puede ser éste, que podemos pasar frío, hambre, dolor, por algo que no tiene valor en sí mismo, pero que morimos por la Literatura”. Así lo creo también.
En definitiva, la informática nos invade, ha llegado reina y señora para quedarse en el mundo periodístico y literario, donde brilla con luz propia y gran luminosidad. Pero tiene dos vertientes, amor-odio. Lo mismo que alucina, suele gastar bromas pesadas, las mismas que me ha gastado a mí esta tarde. Picarona y sibilina me ha borrado el artículo dos veces sin poderlo recuperar.

Gajes del oficio, me digo a mí misma para conformarme, aunque mis ojos son dos brasas incendiarias.

 

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