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Dado que las técnicas de la estrategia son tan antiguas como el género humano, he pensado que vendría muy bien reflexionar sobre las posibilidades que nos ofrecen culturas antiguas sobre estas estratagemas.

En la actualidad, en el marco de las empresas y de la formación de jóvenes empresarios se utilizan referencias importantes como el Arte de la Guerra de Sun Tzu, o Los Cinco Anillos de Miyamoto Musashi, o las Analectas de Confucio, o el Tao Te Ching de Lao Tse o el I Ching. Ello no quita que encontremos también en Occidente referencias importantes como Blas de Lezo, o Napoleón, o Alejandro Magno o Tucídides en La guerra del Peloponeso, o en las Vidas paralelas de Plutarco, o De bello gallico, las guerras de César en la Galia.  Los escritos más recientes incluyen los de Clausewitz y Maquiavelo y la rica literatura militar publicada desde el siglo XVIII, cuando la ciencia de la estrategia intentó reemplazar al arte de la estrategia. No obstante, en este caso voy a centrarme en las estrategias de los sabios orientales ya que nos pueden servir para ser aplicadas en el mundo empresarial.

Mi experiencia de las escuelas de negocios me ha resultado muy sugestiva, cuando en Granada y más tarde en Sevilla montamos desde la Caja de Ahorros de la época la Escuela de Negocios de Andalucía “la ESNA”, que tuve el honor de dirigir durante unos años lo cual me permitió conocer de cerca el mundo empresarial.

Por ello voy a analizar los Códigos de comportamiento aplicables al mundo de los negocios apoyándome en antiguos textos orientales sobre estrategia.

Nuestra comprensión del pensamiento estratégico de la Antigüedad no deja de ser limitada por la falta de fuentes escritas o por nuestros propios prejuicios que atribuyen los inicios del pensamiento «racional» a una cosmovisión fragmentaria y no sistémica que nos dificulta «caminar con las sandalias de nuestros antepasados», como se diría vulgarmente.

Algunos de los textos clásicos orientales que han sobrevivido tratan de lo que comúnmente podríamos llamar estrategia concebida como la toma de decisiones racionales y la selección del mejor curso de acción en un conjunto dado de determinadas circunstancias.

Etimológicamente, la palabra estrategia se remonta al término griego Strategos, definida como el comandante en jefe de las antiguas ciudades-estado griegas, pero no olvidemos que no se trata solo de un general, sino que sobre todo estaba haciendo referencia a un gobernante; además, Strategos se compone de otros dos términos: stratos (el ejército) y agein (liderar), si bien, por extensión, el concepto de estrategia pasó a implicar «el arte del general en la conducción de la guerra». El significado etimológico de estrategia relaciona este concepto con el de liderazgo. Uno de los roles principales del líder (o líderes) es formular e implementar la estrategia. Esta función de liderazgo implica un flujo continuo de decisiones, a menudo tomadas en condiciones de alto estrés y con información incompleta y ambigua. Este proceso de toma de decisiones es un arte que integra la experiencia con capacidades analíticas e intuitivas.

El siguiente paso es implementar estas decisiones en la acción. La implementación de la estrategia se basa en un conjunto de habilidades de liderazgo que incluye la capacidad de comunicarse claramente y movilizar a las personas y los recursos necesarios para traducir las decisiones en acciones. Esta concepción temprana ha influido fuertemente en la literatura sobre estrategia a lo largo de los siglos.

Un desacuerdo implícito entre las perspectivas normativa y descriptiva de la estrategia es si el proceso de su formulación de es, o debería ser, esencialmente analítico y racional o intuitivo y sintético. Además, dado que dicha formulación rara vez involucra a un solo actor, ¿en qué medida la dinámica de grupo y la política juegan un papel en la formulación de la estrategia en la vida real? Formuladas en abstracto, estas posiciones pueden parecer irreconciliables e históricamente a menudo lo han sido. Los defensores de la planificación formal, o la formulación de estrategias como procesamiento riguroso de la información analítica, se han enfrentado a otras corrientes que incluyen la necesidad de incluir en la toma de decisiones el uso de la intuición y otras habilidades no ortodoxas como instrumentos válidos para el procesamiento de informaciones complejas.

La lógica mecanicista de Occidente tiende a enfatizar lo externo, el aspecto de las cosas y, hasta cierto punto, descuidar sus principios internos. Por lo tanto, puede ser útil examinar ciertos enfoques orientales del comportamiento, en particular los del taoísmo, para equilibrar esta deficiencia. Entonces, al basarnos en estos antiguos trabajos del Lejano Oriente, nuestra intención no ha sido tanto agregar más ideas a un campo donde en Occidente poco queda por decir, sino descubrir modos de conducta de los modelos orientales que puedan ser útiles para el mundo occidental, ya sea en la vida diaria o en los negocios, puesto que la vida es de hecho un campo de batalla.

Pero la verdadera pregunta se plantea en cómo deberíamos manifestarnos en ese combate. Los sabios orientales nos responden que debe ser con naturalidad, con benevolencia que encierra dosis de amor y ser como el agua.

Si buscáramos códigos de conducta permanentes, haríamos bien en escuchar las palabras de Lao Tsé en el Tao-Te-Ching en su VIII Poema:

“La mayor benevolencia es como el agua. La benevolencia del agua es beneficiar a todos los seres sin conflictos. Habita en lugares que el ser humano desprecia. Por lo tanto, está cerca de Tao. Al vivir, la benevolencia se muestra en su lugar. Al pensar, la benevolencia se muestra en profundidad. Al dar benevolencia se muestra en el amor. En el habla, la benevolencia se muestra en la verdad. Al gobernar, la benevolencia se muestra en el orden. Al trabajar, la benevolencia se muestra en la competencia. En movimiento, la benevolencia se muestra en el tiempo”.

Ser natural es el primer principio de todos los códigos de conducta posibles, en particular mantener la calma y el equilibrio sobre los resultados, ya sean favorables o desfavorables. Esta sencillez natural, que se adapta como el agua al fluir por diferentes espacios y que igualmente puede ser alborotada por el viento o convertirse en espejo en reposo, es la sabiduría del equilibrio. El equilibrio, sin embargo, es inestable por su propia naturaleza y solo puede mantenerse cuando estamos en un estado de atención serena. Se necesitan dos actitudes que son opuestas y a la vez complementarias: la serenidad, que implica paz y la atención que implica tensión. Un debilitamiento en cualquiera de estas dos actitudes supone una quiebra del equilibrio.

Para comprender este equilibrio inestable pero permanente y su punto de simplicidad natural, la más clara de las fuentes orientales a las que tenemos acceso es el I Ching o Libro de los Cambios. En él aprendemos cómo las diversas combinaciones de dos elementos antagónicos pueden a la vez ser complementarios, llamados Liang i, dan lugar a todas las posibles relaciones en la naturaleza. Todas esas posibilidades implican la intervención de fuerzas diferentes, y de sus combinaciones surgen una serie de posibles estados de equilibrio. En ese todo armonioso e inestable, pero al mismo tiempo permanente, se encuentra la esencia del Tao. Estas dos fuerzas, Liang i, son el yang y el yin, que constituyen la dualidad dialéctica permanente que mueve todas las cosas. Las dos fuerzas básicas permiten que las cosas se combinen y se conviertan entre sí a medida que surgen de un principio positivo (el yang) y un principio negativo (el yin). Son también dos formas elementales o primarias, cuyas posibles configuraciones dan lugar a formas secundarias. Se ha dicho que de la lucha de estos dos elementos surge el temperamento de todas las cosas, incluido el de los seres humanos.

En la búsqueda de un código de conducta, entiendo que deberíamos tomar también como punto de partida el I Ching, en particular el Liang i. Así, podríamos hablar de dos tipos de estrategias, las «estrategias visibles» dentro del comportamiento yang y las «estrategias ocultas» dentro del comportamiento yin. Sin olvidar que la mejor estrategia, el pico de la perfección es «ganar sin luchar» como nos recuerda Sun Tzu en Sun Zi Bingfa El arte de la guerra.

Además, en el compendio chino llamado de las Treinta y seis estratagemas, del que no se conoce bien su autoría, aunque algunos lo atribuyen a Sun Tzu, encontramos una verdadera fuente sobre los comportamientos que se pueden adoptar en situaciones difíciles. De estos, hemos seleccionado doce, seis de los cuales se referirán al comportamiento yang y los otros seis al comportamiento yin, que se pueden utilizar como base para la conducta en la vida. Sin embargo, ninguna de estas estrategias es absolutamente yang (es decir, implica un comportamiento totalmente activo) o absolutamente yin (es decir, totalmente pasivo), porque en el Tao cada espacio en blanco contiene un punto negro y cada espacio negro tiene un punto blanco, lo que implica que no hay estrategias puras. Esto quiere decir que, a pesar de la tendencia de algunas estrategias hacia la actividad y otras hacia la pasividad, todas ellas son de hecho complementarias, pues de lo contrario carecerían de la flexibilidad que las acciones necesitan para llevar a la victoria. Un exceso de actividad es imprudencia, como un exceso o pasividad deja el campo al adversario. Es la combinación de los dos en cada estrategia lo que los hace brillantes y les permite tener éxito.

Voy a analizar las seis correspondientes al comportamiento yang y las llamaré Estrategias visibles que son: Ganar sin luchar, Buscar el terreno más favorable, Permitir que el oponente se debilite, Esperar el momento oportuno, Sacrificar una parte para obtener la totalidad, Dar al contrincante una ruta de escape. Y las seis correspondientes al comportamiento yin, que llamaré las estrategias ocultas y que son que: Los secretos se ocultan en espacios abiertos, Utilizar la fuerza del oponente para sacar nuestra ventaja, El arte de la confrontación indirecta, Fingir tomar otra ruta, Aprovechar la debilidad del contrario, Saber esperar y adaptarse como se adapta el agua.

COMPORTAMIENTO YANG: LAS ESTRATEGIAS VISIBLES:

GANAR SIN LUCHAR

Siguiendo la teoría de Sun Tzu, volvemos a encontrar la misma idea en las Treinta y Seis Estratagemas en la regla «Golpea la hierba para asustar a la serpiente» (Da cao jing se). Se refiere a acciones disuasorias que restringen la acción del contrincante y dan la impresión de poseer una fuerza mayor de la que realmente tenemos. Esto a menudo depende de nuestra propia confianza en nosotros mismos. La confianza y la serenidad sobre nuestros propios valores generalmente desaniman al oponente, evitándose así confrontaciones innecesarias.

BUSCAR EL TERRENO MÁS FAVORABLE

Esto es lo que las Treinta y Seis Estratagemas denominan «atraer al tigre fuera de las montañas» (Diao hu li shan). Es un comportamiento que usa la astucia para atraer al adversario a un terreno que este no controla. Al llevar al oponente a un terreno que nos es favorable, fortalecemos nuestras cualidades y aumentamos nuestras oportunidades.

Nos movemos con mayor facilidad en terrenos que nos resultan familiares y, además, hay ciertos a priori que generan ventajas: en primer lugar, no tenemos que perder el tiempo estudiando las características del campo, y en segundo lugar, podemos utilizar argumentos o fortalezas que forman parte de nuestra actividad diaria. Es decir, que en nuestro propio terreno ya contamos con el uso de instrumentos familiares desde el primer encuentro, y esto implica una ganancia adicional desde el comienzo.

PERMITIR QUE EL OPONENTE SE DEBILITE

Otra de las estratagemas es «Observar los fuegos que arden al otro lado del río» (Ge an guan huo), lo que significa que en determinadas ocasiones no se debe realizar ninguna acción. Es cuestión de sentarse y esperar buenas noticias. A medida que el oponente se está debilitando por las luchas internas, nuestra victoria se acerca. Esta estratagema no significa que se deba esperar pasivamente. Cuando sea el momento oportuno, se debe atacar y controlar al contrincante.

Esta idea se condensa en una fábula china: Una almeja estaba tomando el sol con la concha abierta, cuando llegó una grulla y le picó la carne. La almeja cerró su caparazón instantáneamente, atrapando el largo pico de la grulla. Ninguno de los dos admitiría la derrota. Al final, un pescador que pasaba atrapó tanto la almeja como la grulla. Lo que se ilustra de manera similar en el proverbio chino «siéntese gracioso en la cima de la montaña y observa cómo los tigres luchan entre sí».

En definitiva, nuestra acción en este caso consiste en esperar, pero no en actitud pasiva sino como estrategia, como forma de actuar y observar mientras el oponente realiza acciones que lo debilitan y distraen, y esperar la oportunidad.

ESPERANDO EL MOMENTO OPORTUNO

Siempre se ha dicho que una buena estrategia se basa en saber reconocer el lugar y el momento adecuados para lanzar la ofensiva. Las Treinta y Seis Estratagemas dicen «Controlar una cabra mientras pasa» (Shun shou qian yang) lo que implica que se debe prestar atención permanente y observar el comportamiento del oponente para aprovechar cualquier error que pueda cometer.

Este es el arte de los pequeños detalles, de suplir deficiencias. En cierto modo, la estrategia juega con los espacios y se van cubriendo gradualmente los espacios vacíos. Como ocurre con cualquier ser vivo, cuando nuestro adversario se mueve, este movimiento produce espacios libres en su  zona y ahí es donde debemos penetrar. Al hacerlo, aprovechamos aquellas oportunidades que se generan por el exceso de confianza, la pérdida de concentración, el agotamiento o un mal cálculo de sus fuerzas.

Esta estrategia fue implementada por Mao Tse Tung en su «Larga Marcha», como dice en su Libro Rojo, “Cuando el enemigo ataca, yo retrocedo. Cuando se detiene, ataco. Cuando descansa, yo marcho. Cuando despliega sus fuerzas, espero”. Se podría resumir como la estrategia de atención permanente, ya que modificamos nuestro comportamiento para adaptarnos a los movimientos de los demás, siguiendo el principio de cubrir el vacío que los demás van dejando.

SACRIFICAR UNA PARTE PARA OBTENER LA TOTALIDAD:

La idea aparece en las Treinta y Seis estratagemas como «sacrificar el ciruelo por el melocotonero» (Li dai tao Jiang) de acuerdo con una canción popular china que dice: «Un melocotonero crece junto al pozo, un ciruelo toma raíz a su lado. Cuando el gusano viene a roer el melocotonero, el ciruelo se ofrece como sacrificio”.

Esto indica que deben realizarse ciertos sacrificios parciales para preservar el todo. Esta idea se aplica comúnmente en medicina, ya que cuando se corta la parte enferma del cuerpo de un paciente se evita que la infección se propague al resto del cuerpo y ponga en peligro la vida del paciente.

Esta estrategia implica una actitud de desapego y claridad de visión respecto a la importancia del todo, porque los apegos nos hacen dependientes de lo superfluo como si fuera lo esencial. Cuando esto sucede, el apego a una parte puede poner en peligro o causar la pérdida del todo. 

DAR A TU ENEMIGO UNA RUTA DE ESCAPE

Esto aparece en las estratagemas como «soltar al enemigo para atraparlo» (Yu qin gu zang). Implica una gran habilidad por parte del estratega, que tiene que calcular el momento adecuado -cuando está en la posición dominante- para presentarle al enemigo la oportunidad de escapar.

Esto acerca la victoria y también evita pérdidas innecesarias cuando el resultado es casi seguro de todos modos. Pero, sobre todo, esta estrategia evita cualquier cambio de circunstancias imprevisto que pueda ir en contra del estratega. Por ejemplo, un enemigo que está completamente atrapado podría emprender una acción desesperada, lo que implicaría alterar el curso de los acontecimientos en su beneficio.

Por esta razón, a los oponentes que ya se consideran derrotados se les debe ofrecer la oportunidad de retirarse. El campo será entonces nuestro, y no necesitaremos invertir más esfuerzos en el concurso.

COMPORTAMIENTO YIN: LAS ESTRATEGIAS OCULTAS

LOS SECRETOS OCULTAN EN ESPACIOS ABIERTOS

La idea contenida en esta estrategia es que, si queremos que algo pase desapercibido, es recomendable hacerlo de forma natural y obvia. En las Treinta y seis estratagemas esto aparece en la frase «Cruza el mar camuflado» (Man tian guo hai).

Implica la idea de que no despertar ninguna preocupación adormecerá a nuestro oponente haciéndole creer que no somos peligrosos. De este modo no aplicará fuerzas contra nosotros y dejará espacios abiertos donde podamos penetrar sin el menor esfuerzo.

Además, si hacemos que algo parezca familiar, entonces nuestro oponente se permitirá moverse sin generar obstáculos. Por tanto, si nuestro objetivo es penetrar las defensas del adversario, debemos emplear una estrategia abierta que muestre movimientos distintos a los que realmente se están ocultando.

UTILIZAR LA FUERZA DEL OPONENTE PARA NUESTRA VENTAJA

Esta estrategia está contenida en el aforismo de las Treinta y Seis Estratagemas, que dice «matar con un cuchillo prestado» (Jie dao sha ren). Es lo que el Maestro Morihei Ueshiba, el fundador del Aikido llamó Aiki. Es decir, «el poder de la armonía, de todos los seres, de todas las cosas trabajando juntas», mediante el cual podemos hacer uso de la fuerza de nuestro oponente con técnicas de rotación esférica, superando así a nuestro contrincante, sin oposición.

Si pudiéramos sintonizarnos con la energía del universo, siguiendo la idea del Ki, que es la armonía esencial asociada con la actividad dual del yang y del yin, la oposición se armoniza porque los opuestos se complementan entre sí. Así, el estratega que sea capaz de sintonizarse con el ritmo y los movimientos de la naturaleza, observando conscientemente cómo operan y sin oponerse a fuerzas antagónicas, no desperdiciará energía, sino que podrá aprovechar el flujo de esas fuerzas. Pues, como dice un proverbio de la estrategia china: «Si quieres hacer algo, haz que tu oponente lo haga por ti».

EL ARTE DE LA CONFRONTACIÓN INDIRECTA

Esta estrategia aparece en las estratagemas como «sitiar el reino de Wei para salvar el reino de Zhao» (Wei wei jiu Zhao). Implica no atacar directamente sino emplear estratagemas que logren confundir al enemigo.

El aforismo deriva de una antigua tradición que cuenta cómo Sun Bin, un descendiente de Sun Tzu y probablemente la persona responsable de preservar su obra el Sun Zi Bingfa, lo usó para burlar a un general enemigo.

Cuando el rey de Wei envió a su general a sitiar el reino de Zhao, en lugar de defender el reino sitiado, Sun Bin atacó el reino de Wei, lo que obligó a su rey a retirar a las tropas sitiadoras de inmediato. Cuando regresaban, quedaron atrapados en una emboscada que Sun Bin había preparado previamente.

La idea aquí es que la mejor forma de defensa es el ataque, pero hacerlo desde un punto completamente diferente al esperado usando una lógica consecuencial. En este caso, el enfrentamiento nunca será frontal, sino indirecto e incluso en un ámbito diferente al que se está produciendo el principal enfrentamiento. Toda esta confusión hace que el oponente actúe de manera distraída o descuidada y abra puntos vulnerable.

FINGIR TOMAR OTRA RUTA

Esto está contenido en el proverbio de las Treinta y Seis Estratagemas que dice: «Repara abiertamente el camino conocido mientras avanzas hacia Chencang por un camino oculto» (An duchen cang). Como en otros casos, esta es una forma de distraer al contrincante. Al desplegar movimientos falsos que ocultan nuestra verdadera intención, nuestro oponente descuidará su defensa.

El adversario no debe ser consciente de lo que estamos pensando, pero debemos hacerle creer lo que de hecho no tenemos la intención de hacer. Como dice Miyamoto Musashi, en Los Cinco Anillos, “no dejes que otros vean tu mente» o también cuando nos recuerda “la ciencia de las artes marciales implica la presencia de ánimo para actuar como el mar cuando el enemigo es como una montaña, y actuar como una montaña cuando el enemigo es como un mar.»

APROVECHANDO LA DEBILIDAD DEL ENEMIGO

Esta estrategia está íntimamente ligada a la de Ge an guan huo, que proponía «vigilar los fuegos» del enemigo, dejarlo debilitar y esperar la oportunidad de una estrategia de acción. En la situación que estamos analizando ahora, el comportamiento, que es yin, no se trata solo de mirar, sino también de esperar el momento adecuado para entrar en la casa de nuestro enemigo, sin esfuerzo ni desperdicio de energía; una vez que el enemigo está ya cansado y las luchas lo han dejado completamente exhausto. La máxima de las Treinta y Seis Estratagemas lo llama «saquear una casa en llamas» (Chen huo da jie), porque en este caso obviamente no hay confrontación en absoluto. Nadie va a oponerse, e incluso puede surgir la paradoja de que nuestro oponente totalmente debilitado vea nuestra llegada como una forma de escapar de estas crecientes dificultades. Cuando el enemigo tiene un problema interno, está listo para ser conquistado.

SABER ESPERAR Y ADAPTARSE COMO EL AGUA

Este es un arte al que se refiere Sun Tzu en su Arte de la Guerra cuando afirma que «cuando los oponentes están relajados, es posible cansarlos; cuando están bien alimentados, es posible matarlos de hambre; cuando están en reposo, es posible moverlos». Este mismo consejo también lo encontramos en las Treinta y Seis Estratagemas «Espera tranquilamente al enemigo fatigado» (Yi yi dai lao).

Con esta estrategia vamos a actuar como el agua, que se adapta a todas las circunstancias y se beneficia de ellas o que, llegado el momento, puede reunir todas sus fuerzas y precipitarse en un torrente furioso o con la paciencia de la gota se puede horadar la roca más dura.

Con el mismo espíritu, Miyamoto Musashi dijo en el Gorin-no-Sho o El libro de los Cinco Anillos: «Tomando el agua como punto de referencia básico, uno hace que la mente sea fluida. El agua se ajusta a la forma del recipiente ya sea cuadrado o redondo, puede ser una gota y puede ser un océano «.

El uso de esta estrategia reduce a nuestro enemigo al agotarlo mientras espera el momento en que a nuestro enemigo no le quede energía.

***

De todas estas Reglas se pueden extraer numerosas enseñanzas que pueden conformar nuestro carácter y ayudarnos a salir adelante en el combate de la vida y sin duda resultan también aplicables en el mundo empresarial de Occidente.

Así podemos extraer las siguientes cinco conclusiones, siguiendo la idea del cinco tan grata para Miyamoto Musashi:

1. La vida nos presenta numerosas dificultades. Además, nada en la naturaleza es permanente y nos recuerda el proverbio chino que dice: “Los tiempos difíciles crean héroes”. Esto se ha demostrado con la pandemia de la Covid-19 donde el personal sanitario ha hecho un esfuerzo encomiable para salvar vidas humanas. Como también nos recuerda el filósofo Jorge Livraga, “cuando la marcha es dura solo los duros marchan”.

2. Otra de las estrategias interesantes es aquella en la que sepamos identificarnos con los modos de actuar del agua, por su flexibilidad y capacidad de adaptación. Otro proverbio chino dice: “el hombre verdaderamente sabio no suele dar la apariencia de ser muy inteligente”, y recordemos la frase socrática de “solo sé que no se nada”.

3. El equilibrio de la mente es otra de las claves de la estrategia en los combates que nos ofrece la vida. En la estrategia para obtener una victoria está siempre la premisa de obedecer a la razón y no dejarse llevar por los impulsos.

4. Aunque parezca una paradoja, cuando nos enfrentamos al enemigo, no oponer el odio sino el amor. Es la mejor manera de modelar y dominar el carácter. En toda confrontación, como en el sexo, se desarrolla tácitamente un acto de amor. El combate hace que nos conozcamos mejor.

5. Y, para terminar, como nos dice Lao Tse en el Tao Te Ching, “quien conquista a otros tiene fuerza, quien se conquista a sí mismo es la fuerza”.

 

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