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Un año más, la Peña Flamenca de Jaén, dentro de su anual programación de actividades, fijó en su día las Jornadas de la XXXV Semana de Estudios Flamencos dedicadas, en este caso, a una figura nacida en nuestra tierra, en Jaén, y que se abrió al Arte de la pintura desde muy joven. Significado fue como miembro de la Generación del 27 y amigo del escritor, dramaturgo y poeta, Federico García Lorca. Se trata de Manuel Ángeles Ortiz. Pintor vanguardista, creador indiscutible y amante vinculado al flamenco. Precisamente sería el pintor de Jaén el autor del cartel anunciador del mítico Concurso de Cante Jondo celebrado en Granada en 1922, organizado entre otros, por Manuel de Falla, Zuloaga, Santiago Rusiñol, Joaquín Turina, Lorca, Juan Ramón Jiménez, Oscar Esplá y el propio Manuel Ángeles Ortiz.

Mi amigo Gabriel Ureña, hacedor en su tiempo del hecho cultural por tierras de Jaén, cuenta una anécdota –relatada con anterioridad por Antonina Rodrigo-, que, desde la brevedad, relatamos: “Para el cartel anunciador del Concurso granadino del año 22, Manuel Ángeles hizo un grabado. El pintor rompió con la tradición, y utilizando un nuevo lenguaje centró el cartel con un corazón sangrante. Pero fue rechazado, tildado de moderno por un sector del Centro Artístico granadino. Manuel de Falla envía una reproducción a Zuloaga y éste responde diciendo: cartel magnifico. Se clava en el tablón de anuncios de la entidad y es aceptado”.

Nuestro pintor de Jaén se proclama desde el vértice del amor a su tierra, al pronunciar: ”Cuando muera –se encuentra en Paris-, que me entierren en mi tierra, debajo de un olivo”. Ocurrió el 4 de abril de 1984.

En memoria y recuerdo del socio Francisco Cañada Cejudo

Pero, cierto es que en estas líneas, en esta semana, donde la memoria y el recuerdo están presentes no puede faltar una pregunta:

¿Por qué, amigo Paco?

El mundo flamenco ha perdido el eco más cabal y auténtico del aficionado flamenco.

Se ha dicho, -yo lo certifico- que Francisco Cañada, era el alma de la Peña Flamenca de Jaén. Porque Paco era hombre de serena actitud y con mirada asequible a la amistad; santo y seña de toda persona llamada a ser buena, por encima de todo. Nominado a ser candidato a proclamar, en un mundo de discordia, que la bondad era riqueza asequible para todos.

Pero Paco se nos fue en eterna despedida. Con la serenidad de las personas como él; buscando la paz que adormece, dejando amor y afecto por doquier. Quizás solo un pensamiento le habrá acompañado, junto al llanto que aquí nos dejó.

Hoy la tristeza, nuevamente, se cobija en el recuerdo. Y en ese recuerdo, desde el dolor que nos acompaña, será el verso quien cruce mirada y palabra sin decir nada.

    En un sollozo sin lágrimas

    aquel cante quedó dicho.

   ¡Ay!, que dolor tiene la pena!

 

*(Juan Antonio Ibáñez es periodista)

 

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