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El cambio climático es una cuestión general, es una de esas encrucijadas cuya solución sólo puede llegar desde el esfuerzo colectivo. En los últimos días, se tenía la noticia de que el mes de julio de 2017 ha sido el más cálido en el planeta desde que se tienen datos, hace 137 años, y que de los diecisiete años con julio más cálido, dieciséis son de este siglo XXI. Y no hace mucho, la lucha contra el cambio climático a escala planetaria recibía otra mala noticia en el portazo de Donald Trump a los acuerdos de París.

Y siendo, como digo, malas noticias, no eximen de la pequeña cuota de responsabilidad de cada uno de los ciudadanos frente a este gravísimo problema ambiental, porque lo que alienta el cambio climático es el modo de vida que tenemos, o mejor dicho, una forma irresponsable de vivir la vida.

Recuerdo que hace casi quince años empecé a dar las primeras charlas sobre, lo que en esa época era, todavía para muchos, una hipótesis alarmista de científicos de izquierdas. Y ya desde entonces, desde GEA, promovíamos la adopción de medidas individuales frente al cambio climático. De hecho, nuestra primera acción fue precisamente esa campaña.

Desde entonces hemos seguido manteniendo el mismo planteamiento: la necesidad del protagonismo individual. Siendo imprescindible el trabajo de todas las Administraciones, al final todo depende de nuestras decisiones, individuales y cotidianas. Nunca hemos planteado perder calidad de vida, pero sí adquirir cierta disciplina y sentido común que ayuden a reducir nuestro impacto ambiental.

Lo primero es recuperar nuestro compromiso ciudadano y exigir a los que nos gobiernan que adopten las medidas necesarias para disminuir el efecto del cambio climático. Todos saben lo que hay que hacer.

Y lo siguiente es introducir el sentido común y ciertos cambios en nuestro día a día. Lo hemos sintetizado en cinco puntos, que de cumplirse, reducen nuestro impacto y mejoran nuestra calidad de vida y nuestra economía. Y para llevar a cabo este pequeño gran cambio en nuestra vida cotidiana resulta muy aconsejable acostumbrarnos a buscar lo mejor de nosotros mismos: a mayor desarrollo interior, menor dependencia exterior.

Los cinco puntos son:                                                                                                                                

Camina siempre que puedas, y cuando no, utiliza el transporte público.

Consumo sólo lo necesario.

Ahorra energía.

Separa la basura para que pueda reciclarse.

y la quinta, pon plantas en tu vida y cuida la naturaleza.

Cumplir estas medidas dan bienestar, ahorro económico y reducen la emisión de gases invernadero.

Pero en Jaén puede resultar más difícil (y hasta heroico) el poner en marcha estos puntos. ¿Por qué? Algunos ejemplos lo ilustran: el transporte público es claramente ineficiente, el pequeño comercio está desapareciendo frente a las grandes superficies (que inducen de manera muy efectiva a un consumo elevado), no hay programas amplios y permanentes de educación ambiental que ayuden a conocer cómo reducir el consumo de energía o separar las basuras, y en muchos barrios, la ausencia de contenedores adecuados hacen que sea toda una gesta la separación de residuos domésticos, por no hablar de la mala conservación de una vegetación insuficiente.

Todos tenemos una capacidad de acción, que si no empleamos, otro lo hará en nuestro lugar, y no necesariamente como hubiésemos querido.

 

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