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Llega la feria. Todos los niños sacan sus mejores destrezas innatas para disfrutar de un universo adaptado a ellos. Sin embargo, Emilio no. Él no pude ir a la feria. Su extrema sensibilidad auditiva no se lo permite. Estaría expuesto a llantos, rabietas e incluso a un ataque de pánico. Como tantos otros niños padece el Trastorno del Espectro Autista.

La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró por unanimidad el 2 de abril como Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo. Esa concienciación lleva consigo asumir el compromiso con las discapacidades, a veces invisibles, de estas personas. Implica asimismo velar por su inclusión. No basta con símbolos o distinciones. Hay que trabajar para favorecer nuevos modelos de integración.

En este sentido, Jaén ha demostrado que es una ciudad solidaria. El lunes pasado, durante tres horas, el recinto ferial cambió los estruendosos ruidos por las risas de los más pequeños. Es una experiencia que se viene realizando con éxito en varias capitales andaluzas. Quizá sean Jaén una de las últimas en incorporarse a dicha iniciativa.

Estos niños que, tan limitadas tienen las capacidades de empatía, tienen una sonrisa que suple las palabras y cuando te das cuenta te estás relacionando con ellos.  Eso es lo que todos hemos experimentado cuando los hemos visto subidos a los cacharritos: una inmensa sonrisa que nos daba las gracias por haber luchado por ellos, por sus derechos, por su bienestar, algo que ellos no pueden hacer y que nos lo encargan como un desafío diario al que hemos de enfrentarnos.

Además de aportar tanta felicidad, la medida ha ayudado a la tan reivindicada conciliación familiar. Estos ángeles que un día llegaron a sus hogares, este año han podido ir a la feria con sus hermanos, todos juntos.

No obstante, la Asociación de Caseteros ha manifestado veladas quejas. Quizá no han pensado que estos críos son parte integrante de nuestra sociedad y que, por tanto, requiere la colaboración de todos. Lo mismo que cuando empezaron las rampas para facilitar el desplazamiento de los minusválidos físicos pudo extrañar un poco -a quien le extrañara claro- ahora, aunque insuficientes, todos las queremos y nos satisface verlas por la ciudad, aunque nuestras piernas nos llevan libremente por empinadas escaleras. Porque no somos únicos vivimos y convivimos con esas minorías.

La felicidad de nuestros conciudadanos está en estos “pequeños” grandes detalles. No podemos medir todo por la rentabilidad económica. No poder ir a la feria sería quitarle derechos, ya que como discapacitados los ampara la Constitución española, teniendo derecho a participar en igualdad de condiciones en todo aquello que su condición se lo impide. ¿Acaso las democracias no se caracterizan por la atención prestada a las minorías?. Propongo quitar barreras para el autismo. Creemos una ciudad más habitable y feliz para ellos.

Quiero vivir en una ciudad que esté sensibilizada con el reto que implica el autismo entre otros aspectos sociales. Los giennenses nos lo merecemos. Por ultimo, felicitar y dar las gracias a los responsables de esta iniciativa por su valentía a la hora de mostrar su compromiso con las personas que más lo necesitan. Han hecho dichosos a ese grupo de niños que, por primera vez han disfrutado de la feria de San Lucas.

 

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