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¡Feliz Primavera a todas las personas que comienzan a leer este artículo!

Tener el impulso de desear la felicidad de los demás siempre es positivo; ojalá fuese más frecuente y sobre todo, acompañando el deseo de acciones; y mi acción ahora será intentar explicar por qué realizo este deseo a todos/as.

En primer lugar, porque hoy ha amanecido el primer sol de la primavera, y el equinoccio de primavera ha sido una de las fechas más señaladas en el calendario festivo de la mayor parte de las culturas y pueblos. Hay muchos antecedentes, y sin ir más lejos, en el “oppidum” de Puente Tablas, hace dos mil y pico años, una de las entradas de la ciudad, orientada al este, proporcionaba un juego de luces y sombras en el amanecer del equinoccio, sobre la representación de una “Diosa Madre”, que mostraba una clara intención de resaltar el inicio de la primavera.

El primer sol de primavera marca el comienzo de un nuevo ciclo vital; aunque sabemos que la “vida” está presente todo el año, ahora, cuando el frío invierno queda atrás da la sensación de que toda la naturaleza se despereza; lo que parecía muerto y abatido, reverdece, lo que aparece desnudo, se cubre de flores sencillas y bellísimas, anticipo de los frutos del estío; el aire se llena de perfumes y sonidos, preludio de nuevas oportunidades para la vida.

La sincronización del tiempo del ser humano con el tiempo de la Naturaleza, con el tiempo del Cosmos, ha sido uno de los grandes hitos en el proceso evolutivo de civilización; conseguir “domesticar” el tiempo que corre indómito, poniéndole “nombre a los días” y creando el calendario, es uno de los puntos de partida de la cultura.

Cuando nuestro modo de vida estaba más conectado con el campo, era fundamental poder anticipar el devenir del tiempo para organizar los trabajos.

Pero hay también un soterrado componente simbólico. El inicio de la primavera nos habla de renacimiento, de renovación, de una nueva oportunidad. Parece como que toda la Naturaleza se pone en movimiento para repetir el milagro de la vida, con esfuerzos y energías renovadas. Y ese es el mensaje simbolizado en la fiesta de la primavera: si toda la Naturaleza renace y se renueva, el ser humano también puede renacer y renovarse. Y esta, es una gran noticia para todos, porque significa una nueva oportunidad, un nuevo comienzo, una nueva etapa en nuestra vida.

Ese es el significado de la primavera, la esperanza de que mientras estemos vivos, siempre podemos renacer, siempre podemos renovarnos, siempre podemos empezar. El único requisito es que realmente queramos hacerlo. La Fiesta de la Primavera (no confundir con el botellón, por favor) siempre ha tenido como objetivo simbólico, recordar esta capacidad permanente de renacer, esa posibilidad de sintonizar nuestra realidad objetiva con la renovación, y evidentemente se realizaba lo más cerca del equinoccio, pero la posibilidad de resurgir la tenemos todos los días del año.

Así, cuando deseo “Feliz Primavera”, quiero decir: “Ojalá puedas reconocer la posibilidad de renacer, de renovarte; ojalá puedas aprovechar esta oportunidad para vivir plenamente la vida; ojalá cumplas tus sueños en esta nueva etapa”.

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