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La celebración de la XIX edición de EXPOLIVA, que se acaba de iniciar, requiere retomar, con carácter recurrente, los diversos aspectos que inciden en la  explotación olivarera para insistir en los problemas tradicionales que afectan al sector y, a la vez, para discernir sobre nuevas estrategias de cultivo y comerciales. En realidad, una vez conocidos los pronunciamientos previos de los diferentes agentes que concurren en el sector, existe una especial coincidencia en exponer  opiniones cuyo trasfondo común gira en torno a los “desvaríos”, que sufren los precios cada campaña, aspecto que lógicamente, por su transcendencia, debe centrar la mayor parte de sus  inquietudes, y a la incapacidad de los productores para dominar el mercado de tal forma que permita conseguir una estabilidad que asegure una rentabilidad conveniente.

Ciertamente está fundamentada la agitación que embarga a los productores al comprobar año tras año el recorrido errático de los precios del producto. Si analizamos retrospectivamente los valores que desde 1998 hasta ahora ha marcado el aceite, comprobaremos que las oscilaciones son absolutamente sorprendentes. Así, en este período, la cotización máxima se alcanzó en 2017 cuando el precio se situó en 3,712 euros, marcando la más baja en 2001, año en que se situó en 1,701 euros. Entre estas dos posiciones, cuya media ha sido 2,426, las oscilaciones son absolutamente dislocadas, lo que contribuye, junto con la atomización de la oferta, a disociar al sector productivo en beneficio de una demanda agrupada que ha usurpado el derecho del control del mercado.

Esta realidad supone que muchas explotaciones, sobre todo las que soportan costos de producción más elevados, sean deficitarias con la estructura de precios actuales, aunque puedan subsistir, no en todos los casos, gracias a las ayudas dimanantes de la PAC. Está claro que el umbral de rentabilidad es diferente para cada clase de explotación, ya que mientras que el tradicional requiere de un precio mínimo en torno de 2,76 /2,42 euros, según se trate de secano o regadío, el intensivo puede ser rentable con precios algo más bajos.  

No se pueden negar los avances conseguidos en los aspectos de comercialización, apuesta por la calidad, concentración de la oferta y mecanización, pero los resultados muestran que, estando en el camino adecuado, el ritmo es insuficiente y la falta de unanimidad de criterios entre los diferentes grupos productores resta mayor posibilidad de conseguir los objetivos deseados porque el mercado continúa bajo el control de las estrategias que convienen a la demanda agrupada.

La muestra de EXPOLIVA debe servir para avanzar en conseguir criterios comunes que permitan  un frente único en la lucha por el control del mercado y eso, además de lo ya apuntado, pasa por evitar la disparatada carrera que obsesiona a algunos productores por vender sus producciones,   aunque ello requiera utilizar financiación puente para atender los gastos más acuciantes. Por otra parte, evitar la banalización del precio en las grandes superficies y transacciones similares, potenciar la actividad de la Agencia Interprofesional del Aceite, insistir en modificar las reglas actuales relativas al almacenamiento privado, injusto a todas luces, consensuar las estrategias  de venta que deben ser asumidas por todos los agentes que intervienen en el proceso y la animación del consumo, tanto interno como mundial, deben ser otras pautas a tener en cuenta en la futura hoja de ruta del sector.

 

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