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Hoy quiero hablarte de mentalidad. Para ello retrocedamos en el tiempo hasta 1960, Universidad de Harvard.

Nuestro protagonista es capitán del equipo de tenis de dicha Universidad. Se llama Timothy Gallwey.

Pues bien, Gallwey, una promesa en ciernes está jugando la final del Campeonato Nacional Juvenil de Estados Unidos.

El joven tenista está a un solo punto de convertirse en campeón, pero falla una volea fácil y desperdicia su ventaja para acabar perdiendo el partido.

Tiene que ser duro. Tanto esfuerzo para llegar hasta ahí y echarlo todo a perder por un estúpido fallo.

El jugador no para de darle vueltas a su cabeza. Se pregunta repetidamente por qué ha fallado ese golpe.

Diez años más tarde, como fruto de estos pensamientos, escribe el libro El juego interior del tenis, donde da respuesta a todas sus reflexiones.

En este libro explica una nueva metodología para alcanzar un máximo nivel de excelencia personal a través del aprendizaje y las técnicas de coaching.

Piensa que puede ser un buen libro para entrenadores de tenis, para que aprendan más rápido y mejor sus alumnos.

Su editor calcula que puede ser un libro interesante y que pueden vender unos 20.000 ejemplares, como máximo.

Se equivoca. El libro vende más de un millón de ejemplares.

¿Lo compran los entrenadores de tenis?

Pues si, mas o menos.

Pero lo compran sobretodo líderes, directivos y grandes ejecutivos de empresas, porque entienden que el libro muestra una nueva forma de enseñar y de cómo obtener la excelencia personal superando nuestros bloqueos internos.

Gallwey, casi sin quererlo, introduce una novedosa metodología aplicable tanto al mundo del deporte como al entorno empresarial. Se trata de la fórmula para obtener el máximo rendimiento personal. En los deportes y en la empresa.

De esta forma, se convierte en el padre del coaching moderno. Y de camino, impulsa su carrera como reputado consultor y coach empresarial.

Podríamos decir que le sacó partido a su fallo en la final. Aprendió de su error.

¡Vaya que si aprendió!

Básicamente, Gallwey nos dice que, en cualquier actividad que estemos llevando a cabo, siempre estamos jugando dos juegos.

Uno, el que todos reconocemos: el juego exterior.

Es el que jugamos para superar los obstáculos y obtener nuestro objetivo o recompensa.

Y dos, el juego interior. Que es el que se lleva a cabo en la mente de cada persona.

Pues bien, tu juego interior es la clave. Si llegas a dominarlo, serás casi invencible.

Para ello, nos aporta la fórmula para acceder a tu máximo potencial a través del rendimiento.

Es la siguiente:

Rendimiento = potencial – interferencia

Es decir, tu rendimiento es el resultado de tu potencial (capacidad, conocimientos, habilidades, competencias) menos las interferencias (dudas sobre ti mismo, inseguridades, falta de confianza, estrés, dispersión).

Esta es la razón de por qué personas menos preparadas o con peor formación que tú, rindan más en los momentos importantes o decisivos.

No tienen interferencias en su cabeza, su rendimiento es equivalente a su potencial. Es decir, en muchos casos, eres tú mismo el que saboteas tus triunfos o victorias con un pobre juego interior.

¿El juego interior se aprende?

Por supuesto, es cuestión de mentalidad.

Porque, para aprender y dominar cualquier cosa, no solo son necesarios los conocimientos, sino también tener la mentalidad adecuada.

 

*(Emilio Sánchez Lozano es arquitecto, Coach Personal, Ejecutivo y Empresarial)

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