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Firmas InvitadasJosé Luis Marín Weil

El Hípico

By noviembre 22, 2016abril 6th, 2022No Comments

07/11/2016

En su célebre Pregón de la reciente Feria de San Lucas, Alfonso Sánchez Herrera, en medio de su repaso a todas las señas de identidad, virtudes y bondades de nuestra Feria, quiso detenerse en la nostalgia hacia el otrora prestigioso Concurso de Saltos de Otoño y por extensión, al que fuera Campo Hípico “General Cuesta Monereo”.

Recordaba la categoría que aquella competición le aportaba a nuestra Feria, siendo uno de los grandes alicientes de la misma y bromeaba con la sencillez y facilidad con la que se salía a mitad de un festejo en la Plaza de Toros para a pie de pista, entregar distinciones a los jinetes y rápidamente volver a los tendidos de la Plaza de Jaén. Cruzando en un minuto el parque de la Alameda.

Días atrás, asistí al concierto de pasodobles de la Banda Municipal en dicho parque, y hace apenas unos días volví de nuevo por allí, simplemente a pasear.

Evoqué las palabras de Alfonso Sánchez Herrera en el Darymelia al asomarme y contemplar otro de los grandes desastres de nuestra ciudad, al ver el amasijo de hormigón y hierros a medio edificar, y en estado de abandono y dejadez, sepultando toda la historia ecuestre de nuestra ciudad.

Para mí, que fui uno de esos muchos niños que dieron clases de Hípica en las Escuelas Deportivas Municipales, ver aquello supone poco menos que pegarle un gran pellizco a muchos de mis recuerdos.

Ahora que se reclama para Jaén un Palacio de Deportes por aquello de tener en la élite del fútbol sala al Jaén Paraíso Interior, comparándonos con el resto de provincias andaluzas, haciéndonos sentir ciertamente inferiores, evoco nuestro Campo Hípico porque precisamente era envidia para quienes de fuera nos visitaban y eran aficionados al caballo en cualquiera de sus disciplinas.

De todo aquello sólo perdura una parte del amplio graderío. Las naves para cuadras y guadarnés, ya no existen. Sobre la pista hoy se erige ese armatoste grotesco que abochorna a cualquiera por lo que representa en sí y por lo que judicialmente ha significado posteriormente para el Ayuntamiento por una serie de despropósitos.

Ese aparcamiento a medio construir nos puede servir como punto de partida o viceversa de un itinerario imaginario hacia el absurdo en nuestra ciudad, que tiene en el punto extremo el Parque Acuático que no llegó a inaugurarse y entre medias las vías de un tranvía que no va a ninguna parte. Tres motivos para abochornarse.

Hoy por hoy, ni allí hay aparcamiento, el ambiente hípico que allí se respiraba se ha extinguido por completo y por si fuera poco, el incivismo de algunos ya se ha dejado notar a modo de grafitis en parte de La Alameda sólo un año después de su inauguración.

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