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Soy un irlandés de manual (católico, pelirrojo y pobre) al modo en que Pedro Sánchez es un comunista de libro (teórico, resentido y totalitario). De manera que si yo me denomino español y él socialdemócrata es para esconder nuestro propósito, sea escribir Las memorias de Ángela sea implantar la dictadura del proletariado. Dicho de otro modo, a mí me gustaría escribir como Frank McCourt y al presidente mandar como Stalin.

En eso estamos los dos, pero ni que decir tiene que hay muchas más posibilidades de que Sánchez convierta a España en Siberia que de que yo gane el Pulitzer. De hecho, él ya tiene a medio país convencido de que el socialismo extremo es un buen sistema político porque contribuye a erradicar las desigualdades. Lo que viene a ser como sostener que el asesinato en serie es un buen sistema demográfico porque contribuye al control de la población. 

La otra mitad del país considera que lo importante no es la contribución a la causa, sino el medio que se utiliza para lograrla. La otra mitad sabe que el comunismo, más que un sistema político, es una terapia de choque, un electroshock al estado de derecho, una lobotomía a la democracia. Lo que convierte a Sánchez en la enfermera de Alguien voló sobre el nido de cuco. Con la libertad en el papel de Jack Nicholson. El indio, queda claro, es Pérez Reverte. 

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