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El retail es el último enlace de la cadena de distribución de la venta al por menor entre las empresas y los clientes finales. Este sector es uno de los motores que impulsa la economía y el empleo en nuestro país y supone la forma de vida de muchos autónomos y pequeñas empresas que desarrollan su actividad en el comercio minorista. En torno a 800.000 establecimientos comerciales pertenecen al sector retail en España, generando una facturación de casi 8.000 millones de euros, lo que supone cerca del 7% del PIB nacional.

Sin embargo el progresivo incremento de las ventas online está minando de forma clara el potencial de este sector y, lo que es más importante, restándole actividad y, en definitiva, márgenes de beneficio que amenazan con la extinción de muchos establecimientos. De hecho basta con pasear por los lugares más céntricos de una ciudad para constatar la existencia de cada vez más numerosos locales vacíos con carteles en oferta que invitan a su compra o alquiler.

El reto al que se enfrenta el sector es de una gran envergadura porque el futuro se proyecta como un mercado global que sobrepasa los límites de los tradicionales puntos y canales de venta, y que está modificando profundamente los hábitos de compra sobre todo en la población más joven, y, en otro aspecto, porque cada vez el consumidor valora más la comodidad de no tenerse que desplazar a la propia tienda física para conseguir el producto deseado, lo que supone, por otro lado, un factor esencial en la actualidad ya que, en definitiva, el ahorro de tiempo es un valor añadido para la transacción comercial incluso, en algunos casos, más determinante que el propio precio del producto. 

Las nuevas  estrategias utilizadas por el comercio online, muchas de ellas propiciadas por el desarrollo tecnológico, están calando progresivamente en los consumidores impulsándoles a la utilización de esos canales. Aspectos, entre otros, como el Ckeck up (personalización de la oferta identificando las preferencias del cliente), Comercios Omnicanal, El Big Data, Nuevas formas de pago y el uso de medios concretos, incluidos lo drones, para hacer más rápida la entrega del producto al cliente, inciden en la dirección señalada. Y, por si fuera poco, las promociones que en cualquier momento del año llevan a cabo las grandes cadenas y el comercio electrónico, elevan la presión sobre el comercio tradicional provocando que el período de venta normal se reduzca al máximo, dificultando la viabilidad del negocio.

Las consecuencias para el sector minorista tradicional  son de índole muy diversa y trascendental. A la ya complicada meta de mantener el negocio vivo se une que muchos de los existentes mantienen un escaso margen de maniobra para una posible adaptación a las circunstancias actuales, especialmente a una implantación tecnológica, porque los recursos son muy limitados. No obstante, a pesar de todos los inconvenientes señalados, la batalla no está totalmente perdida ya que, según datos del sector, el porcentaje de consumidores que acuden a las tiendas físicas han crecido el 8% en los últimos cuatro años. Las campañas de fidelización permanente de la clientela, la asociación de comerciantes para compras conjuntas de sus productos, personalizar la imagen del comercio, ajustar los precios y la calidad de los productos y  del trato personalizado, y procurar atraer a los clientes ideales para su negocio son, entre otros, aspectos que deben cuidarse con todo esmero.  

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