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Un informe realizado por dos economistas estadounidenses, al que ya hice alusión anteriormente en algunos de mis comentarios, puso de manifiesto la precariedad de los conocimientos financieros en los países más importantes del mundo. Aunque este estudio no  incluye datos concretos referidos a nuestro país, todo parece indicar que nuestro nivel no difiere mucho de los peores datos registrados.

La evidencia de los resultados de este análisis resulta más lamentable si una de las conclusiones del mismo confirma que el nivel mayoritario actual es claramente insuficiente para, al menos, discernir básicamente cuáles son las mejores opciones de inversión que debemos tomar en defensa de nuestros intereses y no sólo ante cuestiones más complejas como la derivada de productos más diversos y sofisticados como determinados contratos de préstamos, depósitos, mercados bursátiles, o del amplio muestrario de productos financieros que hoy son habituales en la ofertas de inversión de las entidades financiaras, sino, incluso, en los aspectos más básicos.

Recientemente he tenido conocimiento de la iniciativa de unos intermediarios financieros de realizar cursos gratuitos en diversas ciudades españolas, entre ellas Jaén, para ampliar los conocimientos financieros y facilitar la familiarización con la gestión de riesgo que entraña toda la operativa relativa los productos  y mercados financieros. Aunque a nadie se le oculta que este ambicioso objetivo nace  limitado por diversos y variados aspectos, como complejidad de los contenidos, nivel de cultura financiera de los posibles asistentes para, al menos, entrar en una dinámica de comprensión que no desemboque sólo en unas ligeras nociones de los temas tratados o, lo que es más posible, que solo se recuerde el aspecto anecdótico del “espectáculo”, hay que aplaudir esta invitación porque permitirá, al menos, conocer la dinámica que personas con los conocimientos adecuados utilizan para invertir y tratar de rentabilizar los ahorros que les encomiendan los inversores, y, sobre todo, para facilitar la identificación de las fuentes donde hallar la senda que nos permita colmar nuestras legítimas pretensiones de obtener un beneficio de nuestras inversiones, al mismo tiempo que reducimos el grado de aversión al riesgo que genera, naturalmente, el desconocimiento de las características de los mercados y de los cada vez más sofisticados productos financieros.

Por otro lado, es necesario que estas iniciativas se puedan considerar en el futuro como complemento de otro tipo de medidas que deberían implementarse por la autoridad educativa, bien con cursos básicos promovidos al efecto para adultos con carácter regular, general y gratuito, e, indefectiblemente, introduciendo en los planes de estudio desde las primera etapas,  unos conocimientos progresivos específicos de educación financiera que permitan discernir las mejores opciones en defensa de nuestros ahorros y así coadyuvar a evitar situaciones indeseadas como las provocadas por algunos productos inadecuadamente comercializados recientemente en nuestro país.

 

 

 

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