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Pues bien, ya tenemos alcaldes y alcaldesas. Con suerte han acabado los procesos electorales, porque lo único que falta es conformar el Gobierno de la nación, y no va a ser un paseo militar. La gobernabilidad se está poniendo a precio de oro en este país a todos los niveles, y acabamos de verlo en el caso de los ayuntamientos, y como ejemplo valga el de Jaén donde las opciones llamadas a entenderse a diestra y siniestra dejaron pasar los días y solo al final, en tiempo de descuento, se alcanzó más una salida que un acuerdo, que como era de esperar, por la propia sociología de la ciudad, no ha sido del gusto de todos. Estos días se ha tachado al PP de mal perdedor, pero no olvidemos que el PSOE había llamado a una rebelión, y con respecto a Ciudadanos daba igual de qué lado se posicionara, lo iban a crucificar. De todas maneras urge una reforma de la ley electoral para poner coto a la indecencia y la inmoralidad política de que los jefes de los partidos, normalmente desde Madrid, sean quienes decidan por los votantes, por esa regla de tres podemos ahorrarnos un derecho democrático que a falta de normas adaptadas a la realidad unos y otros están prostituyendo.

En Jaén tenemos nuevo alcalde, el socialista Julio Millán, y el socio de gobierno, ya plenamente confirmado tras el acuerdo entre las partes, es Ciudadanos, con María Cantos al frente. Ha habido diferencias iniciales pero finalmente, como ocurre cuando existe voluntad, ambos han cedido en sus pretensiones y ya ha quedado conformado el que será nuevo equipo de gobierno, como jienense me alegro de que así sea y que los protagonistas no hayan matado el hilo de esperanza que nos mantenía expectantes para que la ciudad empiece a funcionar, ahora toca darles un margen de confianza, ya habrá tiempo para el aplauso o la crítica, según corresponda.

En cuanto al alcalde, Julio Millán, se lo ha tomado con ganas, el año de entrenamiento no ha sido en vano, y ya ha visitado algunos barrios, se ha dirigido al presidente de la Junta brindando lealtad institucional y agilidad con el tranvía, y parece que uno a uno va a ir rescatando sus compromisos, un nuevo concepto de peatonalización, el urbanismo, Marroquíes Bajos, el empleo, las relaciones con la Universidad, los servicios públicos, los museos…y todo ello con el que ha sido para los partidos el hilo conductor de la última campaña, revitalizar la capitalidad, porque sin concebir esta idea puede fracasar el modelo. Y paralelamente a todo esto y mucho más, porque los retos son numerosos, a este equipo que llega le va a acompañar durante su mandato el drama económico del Ayuntamiento, ojalá que encuentren un mirlo blanco como el concejal Bonilla que mejore el panorama o por lo menos no lo haga más complicado o lo empeore.

Al hilo de la constitución del nuevo Ayuntamiento he de reconocer que algo me divierte hacer un barrido por las redes sociales que es ahora la plaza pública, el patio de vecindad, y en muchas ocasiones para exhibir lo peor de la condición humana, y compruebo que algunos y algunas de los concejales que han dicho adiós se despiden en esta pasarela y en determinados casos incluso son jaleados por los suyos en unos juegos florales en los que incluso quienes han pasado por los cargos sin pena ni gloria son elevados a la categoría de la excelencia. Por Dios, cuánto postureo, en el que los mejores ni siquiera aparecen.

Dicho esto creo que ya es hora de comentar en toda su crudeza la realidad que vive el Partido Popular en la provincia y especialmente en el caso de la capital. En la junta directiva de esta formación, el presidente, Juan Diego Requena, al que se le han entendido algunos mensajes cifrados, por ejemplo al valorar los resultados de la ciudad, ha dicho que los votos son los votos y que poco menos que hay que acostumbrarse a la nueva cultura política basada en los pactos. Esto es cierto. Como lo es, sin duda, que la división en el seno del partido ha sido factor determinante en la pérdida de respaldo electoral, y mal hacen si culpan solo a Javier Márquez, como candidato que era, cuando ha tenido que afrontar una campaña en solitario, con el apoyo de sus próximos y abandonado a su suerte por la estructura del partido. Cuidado que no quiero entrar en quiénes son los buenos y quiénes son los malos en esta película aburrida y predecible, ni siquiera en sus personajes que en general carecen de profundidad e historia alguna, sino en la incapacidad de una organización tan importante como el Partido Popular en no haber resuelto un conflicto que ya dura demasiado tiempo y del que son responsables de la cúpula hasta abajo, que han preferido mirar hacia otro lado sin asumir el riesgo de poner orden en una formación política que en toda la democracia ha sido clave en la provincia, ha tenido un enorme capital humano y simplemente la han abandonado a su suerte. Todo esto no lo digo desde la crítica sino desde la consideración y el respeto a este partido.

Claro que, todos tan centrados en los devaneos políticos y en repartirse el pastel, se olvidan de lo más importante en cualquier grupo, la gente que hay detrás, a la que han ido robando la ilusión por sus siglas. Y el caso de la capital que es el que más conocemos nos presenta en este momento a Javier Márquez, al que han dejado caer sin compasión, que se encuentra en una encrucijada, eso sí, con el seguro por cuatro años del Senado, si es que decide aguantar y supera este trago amargo.

Fue el propio Márquez el que en su discurso en el pleno de constitución del Ayuntamiento hizo la confesión, muy oportuna, y se incluyó en lo que él mismo llamó “la maldición de alcaldes” que acompaña a la historia de las corporaciones jienenses de la democracia. Todos los regidores, desde Emilio Arroyo hasta el propio Márquez, pasando por José María de la Torre, Alfonso Sánchez, Miguel Sánchez de Alcázar, Carmen Peñalver o José Enrique Fernández de Moya, sin distinción ideológica, han salido de sus cargos en situaciones poco compatibles con la normalidad, y en algunos casos de manera abrupta. Julio Millán hace el alcalde número 8 y nadie sabe aún si engrosará esa lista o si se convierte en la primera excepción. Qué ingrata es la política.

En fin, volvamos al principio para llegar al final. En vez de frases grandilocuentes los nuevos políticos que acaban de asumir sus cargos harán bien en abrir los ojos y los oídos a la gente. Tal vez así encuentren razones para ilusionar y en las próximas elecciones no tengamos un 40% de abstención, sobre cuyas causas nadie ha querido entrar, por si acaso, cuando es una cuestión central para el debate. Este puede ser un reto. Otro, levantar la autoestima de esta ciudad, que por unas razones o por otras en este Jaén la tenemos todavía por los suelos.

 

Foto: ¿Qué mal fario acompaña al Ayuntamiento de Jaén que todos sus alcaldes han salido en situaciones poco compatibles con la normal?

 

  

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