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Ayer leí en el Diario Jaén una noticia que me dejó estupefacto, que el yacimiento arqueológico de Marroquíes Bajos ya es oficialmente Bien de Interés Cultural debidamente asentado donde corresponde. Como tantos jienenses, pensé que cuando en 2003, hace nada menos que 16 años, se decidió inscribir este emblemático espacio en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, ya se había registrado, pero no ha sido así, aunque no corriera peligro su consideración formal, el caso es que han pasado gobiernos y consejeros y consejeras de Cultura y ha sido ahora cuando al parecer han caído en la cuenta de que faltaba un requisito. No es extraño, porque nunca antes se actuó con cariño en esta zona arqueológica, que durante todo este tiempo ha sido objeto de compromisos, sobre todo en periodos electorales, y además se decidió en su momento que sobre este conjunto se iba a construir la Ciudad de la Justicia, después se cambiaron los planes, a la vista de la promoción que le llegó a Marroquíes con el documental de National Geographic, pero al paso del tiempo, y como se ha seguido sin prestarle la más mínima atención, ahora se ha vuelto de nuevo a la idea inicial, construir la Ciudad de la Justicia en el recinto arqueológico respetando esta riqueza tan importante como poco valorada hasta el momento.

No sé si el hecho de ser formalmente, aunque ya lo era de facto, Bien de Interés Cultural (BIC) es la mejor noticia, porque en la ciudad que habitamos ya sabemos por experiencia que BIC o cualquier figura de protección, en vez de constituir un beneficio parece que se trata de un impedimento para que la administración competente actúe. Voy a poner un solo ejemplo que es muy conocido, el viejo cementerio de San Eufrasio, declarado en 2011 y uno de los lugares más significativos de la ciudad, totalmente olvidado por la Junta y por los diferentes ayuntamientos, un ejemplo muy ilustrativo del trato que esta ciudad ha dado a su patrimonio. 

A propósito, va a hacer tres años en marzo próximo, cuando tuvo un espectacular eco en Jaén y entre los jienenses, los que viven aquí y los que se encuentran fuera, el documental de National Geographic que, buscando la Atlántida en el sur de España, se había topado con el yacimiento arqueológico de Marroquíes Bajos, que ha pasado a formar parte de la leyenda. No era la primera vez que al emblemático y abandonado lugar de Jaén, situado en pleno Bulevar, los investigadores lo situaban en el contexto de las realidades históricas más diversas, bien es cierto que han pasado miles de años y es imposible ubicar con certeza el origen del poblado que tenemos en casa y casi ni nos enteramos hasta que el documental producido por James Cameron nos lo sirvió en bandeja y se relacionaba con la isla mítica mencionada y descrita en los diálogos Timeo y Critias, del filósofo griego Platón. Vamos, anteayer.

Aparte del subidón, y de vernos envueltos en esta sugerente travesía, lo bueno de esto es que cuando los medios de comunicación de masas se ocupan de hechos sobresalientes de Jaén nos ponemos alerta y ocurren esos ataques de impulso, que son buenos porque ayudan a percatarnos de nuestra realidad, a veces tan escondida y tan incomprendida. Algunos investigadores locales, de nuestra propia Universidad y de fuera de ella, llevan años desgañitándose sobre la antigüedad de la ciudad en la que vivimos. Y hay personas a título individual que llevan años protagonizando una cruzada en favor del patrimonio, con especial referencia a este lugar al que ahora nos referimos. Nadie se había dado por aludido, ni el Ayuntamiento, ni la Junta, ni el sursum corda, pero casi todos quisieron aprovechar la oportunidad o mejor el oportunismo para subirse al carro de la actualidad, con la Atlántida de fondo, otro sueño para alimentar en este Jaén que pudo ser, porque lo tuvo casi todo, y que no es, porque los jienenses hemos perdido las oportunidades que la historia nos ha regalado. Esta es una de ellas, pero no creo que haya que recordar unas cuantas más.

Ya dijimos en su día que no viene mal un poco de promoción sobre los orígenes de nuestro Jaén para situarla en el mapa y que nos sintamos orgullosos de viejas glorias. Pero acto seguido, cuando hemos abierto los ojos, y olvidado los efectos del citado reportaje, caemos de nuevo en la cuenta del maltrato que se le ha dado a esta ciudad. Ahí, en pleno Bulevar, tenemos restos de la Edad del Cobre, que son un referente fiable de nuestros orígenes, de hecho se le ha considerado el mayor yacimiento prehistórico de toda España, que si estuviera cuidado y visitable, sería una enorme atracción desde el punto de vista científico, histórico y por supuesto turístico. Ahí está el solar, totalmente abandonado, que representa por cierto una clamorosa deuda a Jaén de la Junta de Andalucía que prometió hace más de veinte años ¡¡¡veinte años!!! en el lugar un parque arqueológico para recuperar en lo posible y visualizar su enorme importancia. Se han centrado únicamente en el Museo Íbero, que, con ser muy importante, representa solo una parte de la riqueza arqueológica que atesora una población a la que se le ha negado su valor. Es fácil imaginar este patrimonio en alguna otra capital andaluza, pongamos Sevilla por ejemplo.

Esto sin contar con que la actual Marroquíes Bajos es posiblemente la punta del iceberg de unos asentamientos de mayor envergadura, algo que por ahora nunca sabremos, porque el crecimiento urbanístico por la zona de Expansión Norte, la especulación desmedida de los mejores años de la burbuja inmobiliaria, dejaron bajo tierra para los restos un legado de valor incalculable con la complicidad de todo Jaén, insensible como su clase dirigente, y por supuesto entono el mea culpa en lo que me corresponde, porque los medios de comunicación debimos actuar como perro de presa ante ciertos desmanes.

Creo que en este momento de mayor implicación social, y aprovechando la feliz coyuntura de un reportaje televisivo que por lo menos nos hizo pensar, deberíamos hacer varias cosas: primero, alimentar, porque es un buen aliado para el turismo, esa faceta de Jaén como “la más misteriosa de las Andalucías”, y segundo, cuidar lo que nos queda, este yacimiento de Marroquíes Bajos que hoy representa la apatía de unos dirigentes políticos y de una ciudad adormecida, y que debería ser ya, hace tiempo, un parque arqueológico que nos recuerde a nosotros que estamos aquí, y a los que vienen de fuera, que esta no es una ciudad cualquiera, que esto es Jaén y que con la Atlántida o sin ella, nuestra voluntad es recuperar el tiempo perdido y abrazarnos a una antigüedad que nos legitima.

Pues bien, han pasado casi tres años y ya no se ha vuelto a hablar ni una sola palabra del asunto. Al principio, algunos debates interesantes en foros de opinión y acto seguido el silencio, el gran aliado de esta ciudad, hasta que dentro de un año o de siete, de nuevo alguien de fuera venga a recordarnos los vestigios de nuestro pasado. Es lamentable la facilidad con que en Jaén enterramos los temas, en lugar de actuar en caliente sobre los argumentos que se ponen sobre la mesa. La Junta que se quiso apuntar tantos en su favor, ya no ha vuelto a decir nada. El Ayuntamiento, exactamente lo mismo, de pasada en el pleno municipal inmediato a la noticia de gran impacto, como simple trámite, despachó algunas alusiones, el caso es que estamos donde estábamos. Marroquíes Bajos es otro ejemplo palpable de la manera con que se duermen los asuntos en Jaén, del escaso interés con que las administraciones y sus gobernantes se toman proyectos que tendrían que ser ambiciosos para propiciar el gran avance en los recursos culturales y turísticos, cuanto menos. Una pena, pero las cosas son así. No trabajamos mucho el orgullo.

 

 

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